Sí, el Narumóvil®, como cariñosamente le llamo a mi Toyotita Duet, un auto mbarete que ha sido mi transporte por más de 2 años. Entro y salgo de él todo el día, esperando que funcione y que nunca me cree problemas [sobre todo al regresar a la noche a casa]. Cada tanto -cuando cargo combustible- me preguntan en la estación de servicio si quiero revisar el aceite y el agua. Mi respuesta casi automática es «No, gracias. Después nomás». Ocurre que estoy en tránsito, tratando de llegar puntual a algún lugar. Siempre.
Y allí empieza la postergación. Esa revisión importante se deja para «después nomás», HASTA QUE un día nos quedamos en la calle con el auto descompuesto o con el motor «muerto» en el garage. Y en esas condiciones no es grato abrir el capot, por miedo al humo, a que el motor esté hirviendo o simplemente a no saber dónde rayos está el problema [las mujeres sobre todo estamos perdiiiidas en ese mar de tuercas y cables]
Entonces con un ojo abierto le echamos una miradita a lo que hay allí. Y no nos gusta lo que vemos. Sobreviene la pregunta aterradora [de la que habla John Eldredge en su libro «Walking with God»] del ¿cúándo fue la última vez que miramos allí? ¡UFF! Yo no me acuerdo cuándo fue la última vez que miré debajo del capot del Narumóvil®, y me da vergüenza decirlo. Porque soy su dueña, su administradora y la responsable por su correcto funcionamiento. Realmente todavía no me ocasionó ningún inconveniente [¡toco madera! jajaja], pero sé que ese pensamiento lleva a forzar las cosas a su límite. Aunque aparentemente todo esté en orden, siempre conviene un mantenimiento y una previsión.
Así como ocurre con los autos, el mismo descuido y la misma postergación potencialmente podríamos replicar con nosotros mismos, con nuestros cuerpos, con nuestra alma, con nuestro espíritu. Funcionamos tooooooodo el día, casi mecánicamente, y sobre la marcha corremos el riesgo de quedarnos sin lo fundamental. Pregunto: ¿cuál es tu agua y tu aceite?
Aunque no sea una costumbre, debemos mirar debajo del capot de vez en cuando y renovarnos.
Magistralmente lo dice Bernardo Toro «se cuida lo que se ama, se ama lo que se cuida».
Me siento plenamente identificada, genial!!!!!!
mer encanta! ciertoite pa loq decis Naru amiga, muy buena la reflexion, lo tendre en cuenta!!