La tenacidad es la capacidad de pegarte a algo, de asirte, de prenderte… hasta que cumpla su propósito. Es estar al límite de que tu ilusión se rompa, pero poner resistencia y continuar; es la determinación de fierro, es pegar tu sueño al pecho con toda la plasticola del mundo. Es decirle «NO» a retrocer. Es decirle «NUNCA» a rendirse.
«Corramos con TENACIDAD la carrera que tenemos por delante», Hebreos 12:1
No escuchamos la chicharra audiblemente pero, ni bien nos levantamos de la cama cada día, salimos a la maratón de la vida y corremos si no es una, varias carreras. Y lo que permitirá que sigamos avanzando será la tenacidad. ¿Lo observaron? Desde el punto de partida casi siempre hay una multitud apiñada, pero a medida que se acerca el final, ya son unos pocos los que se avizoran. Son los tenaces.
Sí, los que tienen la capacidad de recibir el fuerte impacto de un tomate desde las graderías y aún así pegarse a su sueño y seguir corriendo. Los tenaces. Los que se sobreponen a lesiones, y no las usan de excusa para abandonar la carrera. Los tenaces. Ese grupo selecto que termina lo que empieza. Esos destacados que se resisten a ser rotos, molidos, doblados, desgarrados o suprimidos. Los tenaces. Los que llevan la marca ® de Filipenses 4:13: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece».
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Gracias!