“Los ciudadanos íntegros son de beneficio para la ciudad y la hacen prosperar, pero la palabra de los perversos la destruyen”, dice Proverbios 11:11 (NTV). ¿Queremos una ciudad y un país que prospere? La integridad es el camino. Una mentira puede que parezca el atajo, pero su camino es la ruina. Tarde o temprano, la verdad prevalece y la falsedad se debilita.
Convengamos que los deshonestos se enriquecen temporalmente, pero es la recompensa de los justos la que permanecerá y la que “…no añade ninguna tristeza” (Proverbios 10:22), ni personal ni familiar.
Hay un escudo para los que caminan con integridad. Se cosecha lo que se siembra. Todos coincidimos en que la corrupción y la mentira terminan por llevar a la deriva cualquier proyecto que tengamos, no existe sostenibilidad allí. Sin embargo, la integridad propicia el curso favorable de las cosas y determina éxito en los emprendimientos.
No importa cuán instalada esté la costumbre de coimear, evitar impuestos, mentir en la rendición de cuentas, exagerar los beneficios de los productos, inflar números, aprovecharse del puesto para ventaja personal, robar dinero o suministros, hundir a otros para escalar, ¡¡la mentira sigue siendo mentira!! Que sea practicada masivamente no la convierte en aceptable. Jamás.
Y aunque a la verdad se la pueda ignorar, pisotear, subestimar, aunque la pasen por encima los mismos líderes de la empresa, eso no la debilita. Sea practicada por una multitud o por una minoría, ¡¡la verdad sigue siendo la verdad!! Siempre.
Cada vez que nos encontremos en la encrucijada, optemos por la verdad.
Ella nos protegerá. No sólo seremos recompensados por Dios, sino que nuestra ciudad y país serán beneficiados. ¡Nunca permitamos que la lealtad ni la honestidad nos abandonen! Tengámoslo presente sin importar el lugar que ocupemos en el organigrama empresarial, ni el tamaño de nuestro negocio.
El mismo capítulo de Proverbios dice que si un pájaro ve que le tienden una trampa, sabe que tiene que alejarse. Aunque vengan las propuestas jugosas, las ocasiones de incurrir en lo ilícito, aunque sea lo más fácil y rápido al momento, no caigamos en la tentación. Su fin es la ruina y nuestra decisión sólo añadirá tristeza y vergüenza a nuestro entorno.
Quizá el versículo más contundente que encontré fue que “El Señor detesta el uso de las balanzas adulteradas, pero se deleita en pesas exactas”. Seamos exactos, justos, correctos y diligentes.
No queremos ver en ruinas a nuestro país, entonces erradiquemos la mentira de nuestras empresas, de nuestras familias y de nuestra persona. Si queremos ver próspero a Paraguay, si queremos favorecerle, ¡abracemos la verdad!
Quiero imprimir y pegar en cada empresa, en cada institucion publica y por las calles.. para salvar nuestro país necesitamos que todos se pongan la camiseta..
Excelente como siempre Naru! En el ojo..