La tierra no tenía forma y estaba vacía (…) Entonces dijo Dios: «Que haya luz»; y hubo luz”, Génesis 1:1-3
Todo estaba en desorden y confusión hasta que llegó una orden que colocó las cosas en el lugar que les corresponde. Una frase que hizo de un caos… el Edén.
En medio de la densa oscuridad, del desastre y de lo inerte, dijo Dios: «Que haya luz». Y sucesivamente, tras varias órdenes y sesiones de creatividad, en seis días el Creador cinceló el universo a la perfección y a nosotros en él. ¡Qué deleite fue para su corazón contemplar aquel escenario!
Desde el mismo Génesis, está demostrado que en la palabra yace un poder tremendo para ordenar y crear, así como para desordenar y destruir. La decisión, pues, está en nuestro corazón y la sentencia en la punta de nuestras lenguas.
Alguna vez Dios nos vio y, en medio de la ruina del pecado, dijo «Que haya luz». Y como un torbellino de amor, todo se empezó a transformar. Él no se espantó del desastre, no se tapó los ojos, no huyó de la escena, ni esperó a que seamos dignos para poder morir por nuestros pecados. ¡Decretó vida y esperanza!
No importa cuán aparentemente destruida esté nuestra vida o cuánto desorden experimentemos, el poder divino es mayor. Porque cuando Dios habla la belleza emerge en medio de la catástrofe. La más potente de las luces se abre paso en medio de las tinieblas. El Arquitecto del amor irrumpe en tiempos de destrucción. Su palabra sana, restaura, crea, despierta y vivifica.
La palabra es el recurso de Dios para experimentar lo extraordinario. No se trata de oraciones repetidas en vano; no son meros rituales o amuletos. Es hablar bendición. Es creer en quien alguna vez transformó un universo caótico en la más grande maravilla jamás pensada y creada.
Sigamos leyendo la Biblia con expectativa, declarando sus promesas con fe. A pesar de la cantidad de palabras negativas, plagueos y agresividad que escuchemos o leamos, traigamos orden y belleza al mundo. Hablemos bien, esperemos lo mejor, aunque el panorama sea crítico. Porque donde el hombre se aplaza, Dios sobresale.
«Que haya luz».