Cada tanto la vida nos pone ante situaciones difíciles, donde podemos o darnos por vencidos y deslizarnos en una agónica y lenta derrota, donde enterramos nuestro potencial, nos entregamos a la desazón y la frustración, donde ya no miramos al futuro como algo atrayente, y consideramos nuestros sueños como una ingenuidad o… podemos escoger otro difícil, ese que no es sencillo pero lo cambia todo:
El de seguir creyendo aunque las noticias golpeen, el de morder la toalla cuando todo tu ser la quiere tirar, el de quitar fuerzas de nuestras últimas reservas, el de aferrarnos a la fe, el de dejar de culpar y hacernos responsables, el de seguir braceando aunque la costa se ve lejos, el de estudiar con una sed de aprendiz inquieto, el de adquirir esas habilidades que nos faltan en vez de rendirnos ante nuestras limitaciones, el de leer-leer-leer hasta dormirnos del cansancio, el de trabajar en reinventarnos; el difícil de pulir nuestra actitud, el de practicar hasta que salga bien, el de aprender con humildad tanto de niños como de grandes; el de reflexionar en nuestros errores y querernos y perdonarnos; el de agradecer por lo poco y por lo mucho, el de identificar la oportunidad detrás del problema, el de confiar y dejar que otros nos ayuden, el de tener temple y sabiduría ante los ataques, el difícil de esperar con paciencia en un mundo ultra-rápido, el de buscar la excelencia en un contexto conformista, el de esforzarnos y ser íntegros aún cuando nadie nos vea. El difícil de plantar con lágrimas y dolor para cosechar con regocijo.
Porque llega el tiempo donde los resultados aparecen y te das cuenta de que cada decisión de levantarte te llevó hasta allí. No ocurre en un día, se gesta en una suma de días, semanas y a veces años.
Y te das cuenta ante esas situaciones difíciles que lo más importante en realidad fue en quién te convertiste en el proceso y cómo tu historia -a veces sin querer- puede cambiar la de alguien más. Otros se levantan porque te vieron hacerlo. Otros se animan porque vieron tu salto. Otros se encienden porque se acercaron al calor de tu pasión. Otros continúan porque vieron que tus heridas cicatrizaron. Otros salen de las trincheras porque te vieron valiente en el frente de batalla.
Cualquiera de las dos alternativas que escojamos será difícil, sí. Las dos involucran cavar: por un lado para enterrar un sueño o, por el otro, para enterrar una semilla.
«Cualquiera sabe cuántas semillas tiene una manzana, sólo Dios sabe cuántas manzanas tiene una semilla», dice una frase anónima.
Mi aprendizaje es este: ¡cuánto poder hay en una semilla! Cuánta transformación viene detrás de una decisión.
Hoy tenemos una pala y algo vamos a enterrar: un sueño o una semilla.
Escojamos nuestro difícil.
Libro ya!!!!